“Y vosotros seréis llamados sacerdotes de Jeho-

vá, ministros de nuestro Dios seréis llamados;

comeréis las riquezas de las naciones, y con su

 gloria seréis sublimes”

                                                   Isaías 61:6

 

 

La mayor carencia de la Iglesia es “La Adoración”. Tenemos una gran carencia de “adoradores” que adoren al Padre en “espíritu y verdad”. Tenemos hoy una profunda necesidad de adoradores y de adoración en el Cuerpo de Cristo. Está siendo superada a través de la motivación de profetas y apóstoles en toda la tierra. Para estos dos ministerios de fundamento la adoración a Dios es esencial, insustituible y prioritaria; ésta no puede faltar en la Casa de Dios si realmente queremos atraer el fluir del Río del Espíritu Santo y Sus dones.

La Unción Apostólica brega con estas carencias. La unción dada a los apóstoles y profetas impulsa de manera clara y evidente la adoración de alto nivel entre el Pueblo de Dios.

La “Unción Apostólica” dada al Enviado y transferida por Él a sus “enviados” tiene el propósito de madurar a los “sacerdotes del Señor”.Este sacerdocio crece y madura al ser ministrado y enseñado por la “Unción Apostólica” del Enviado en sus apóstoles.

La victoria de la cruz trae a las naciones un cambio radical en el concepto de “Sacerdocio”. Desde los primeros días de Israel y La Ley, Dios mostró su deseo de hacer de cada israelita un sacerdote, no de unos pocos hombres. La Nueva Versión Internacional lo narra así en el Éxodo capítulo 19 en el verso 6:

 

“ustedes serán para mí un reino de

sacerdotes

y una nación santa”.

 

 

La demanda del Señor al Pueblo judío para cumplirles esta promesa se expresa en el verso 5:

 

“Si ahora ustedes me son del todo

obedientes,

y cumplen mi pacto,

serán mi propiedad exclusiva

entre todas las naciones.

Aunque toda la tierra me

pertenece”.

 

Lamentablemente el pueblo de Israel no cumplió su parte del Pacto quebrantando la Ley del Señor. Esto hizo que Jehová. Dios tuviera que elegir a la tribu de Leví para el sacerdocio en la nación:

 

“Entonces el Señor le dijo a Moisés:

Convoca a la tribu de Leví y presén-

talos a Aarón, para que sean sus ayudantes.

Seguirán sus instrucciones y realizarán

los deberes sagrados del tabernáculo en

lugar de todo el pueblo de Israel; pues les

son encomendados como representantes de

todo el pueblo de Israel. Se encargarán de

todos los suministros del Tabernáculo y de

su mantenimiento”.

                                                       Números 3:5-9.

 

Estos levitas, dedicados por siglos al sacerdocio en Israel eran y son un tipo de la Iglesia y los creyentes, el “verdadero sacerdocio de Dios en el tiempo de la Gracia, de tiempo o dispensación que vino al mundo después de la victoria de Jesús contra el pecado en la cruz; Aleluya.

Esta gloriosa victoria de redención produjo salvación entre los hombres, tanto judíos como gentiles de todas las naciones. A todos los hombres salvados, Dios los hace “sacerdotes por medio de la sangre de Jesucristo:

 

“y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su

 Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de

 los siglos. Amén”.

                                                   Apocalipsis 1:6

 

A pesar de que el sacerdocio de todos los creyentes es bien claro en la Biblia, todavía prevalece el concepto equivocado de que son unos pocos los escogidos para ministrar a Dios.

La mentalidad carente de visión apostólica esta siendo superada hoy a través de la “Unción del Enviado”. Es a través de la unción apostólica suministrada al Cuerpo de Cristo mediante los Apóstoles y Profetas que estamos siendo concientes de que cada uno es llamado a ser sacerdotes del Señor para ministrarle a Él en espíritu y verdad.

El sacerdocio de cada creyente debe ir madurando, cada uno debe crecer en el Servicio a Dios en su casa, entre sus familiares y en medio de la congregación. La unción pastoral bien desatada logra llevar a los cristianos a elevar su funcionamiento sacerdotal básico; lamentablemente al no permitir a los apóstoles ministrar al Cuerpo libremente, la parte prioritaria del sacerdocio que es ministrarle al Señor y no al hombre ha estado muy deficiente.

La unción del Enviado; unción Apostólica fluyente desde el Trono de Dios, estableciéndoles sus verdaderas prioridades.

A través de la unción del Enviado se establece en la Iglesia el orden bíblico de ministración de los creyentes; este es:

 

               I.      Ministrar a Dios a través de la adoración.

             II.      Ministrar a la Iglesia (edificación de los creyentes).

            III.      Ministrar a los pecadores (predicarles el Evangelio).

         IV.      Echar fuera los demonios (ejercer autoridad).

 

La unción apostólica desatada por el Enviado desde los días de la “Iglesia Primitiva” le hace saber al cristianismo que su prioridad sacerdotal es adorar a Dios; Aleluya.

La marca de la madurez de un cristiano y de un líder es “su adoración”; no su capacidad para hablar o hacer milagros. Tristemente muchos ministros de Dios son pésimos adoradores; ellos dependen de sus dones dados por Dios pero no de su adoración ante el Señor. Dones y habilidades sin un carácter formado ante la Presencia del Señor son un peligro para cualquier hombre ungido.

¡Unción con carácter es una bendición para el Cuerpo de Cristo! ¡Unción sin carácter en el ungido, es un peligro para la Iglesia del Señor!

No son predicadores ni oradores; no son buenos cantantes o talento sus músicos lo que busca el Señor; Jesús nos dijo claramente lo que busca el Padre cuando hablaba con la mujer de samaria:

 

“Mas la hora viene, y ahora es, cuando los ver-

daderos adoradores adorarán al Padre en espíri-

tu y en verdad; porque también el Padre tales

adoradores busca que le adoren. 
 Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíri-

tu y en verdad es necesario que adoren”.

                                                      Juan 4:23-24

 

La unción Apostólica desatada por el Enviado a la Iglesia toma a los pecadores, los somete a un proceso de formación al sacarlos de sus pecados y de su esclavitud. Luego los transforma en árboles de justicia; los hace con Su poder, reedificadores y restauradores de naciones.

En su proceso apostólico de crecimiento le enseña a ser sacerdotes maduros del Señor; esto es adoradores en espíritu y en verdad cuya prioridad es exaltar a su Dios. Amén.

La Nueva Versión Internacional de la Biblia denota esta gran meta del proceso apostólico de la “Unción del Enviado así”:

 

“Pero a ustedes los llamarán

 “sacerdotes del Señor”;

les dirán “ministros de nuestro Dios”.

                                         Isaías 61:6

 

La unción Apostólica nos indica claramente que los creyentes pueden adorar a Dios de Varias maneras.

1. Diezmando de sus riquezas y entradas materiales.
2. Ofrendando y dándole sus primicias.
3. Orando e intercediendo.
4. Ayunando.
5. Alabándole y adorándole.

 

De todas estas formas de ministración, la más excelente es la última “alabanza y adoración”.

La Adoración es lo que hacen los ángeles y los seres vivientes que moran ante el Señor, es el ministerio eterno del Trono, este ministerio es el que el Enviado le entregó a Su Iglesia a través de la “Unción Apostólica”.

Hoy en un mundo donde el materialismo invadió a la Iglesia, haciéndole creer a los creyentes en Cristo Jesús que la prosperidad bíblica sólo es poseer lo material; cosas que se alcanzan solo ofrendando dinero, el Señor nos recuerda que su prosperidad lo abarca todo; tanto lo espiritual como lo material. Esta prosperidad se alcanza plenamente cuando ejercemos nuestro ministerio de adoración con toda la pasión de los que aman al Señor.

Esta prosperidad viene al adorarlo a Él, no necesariamente cuando sembramos dinero. Dios no acepta el dinero de la gente. El primero recibe Su adoración y su vida, luego Sus dádivas. Adoración en espíritu trae bendición a los sacerdotes adoradores:

 

“Comeréis las riquezas de las naciones, y con su

 gloria seréis sublimes”.

                                   Isaías 61:6b

 

La Nueva Versión Internacional dice de este verso lo siguiente:

 

“Se alimentarán de las riquezas de

las naciones,

y se jactarán de los tesoros de

ellas”.

 

La Unción Apostólica del Enviado tomará a los prisioneros y cautivos y los libertará, madurará y hará sacerdotes del Altísimo. Esta unción les dará corona y dignidad. Su sacerdocio bien ejercido; su adoración madura desatará para ellos prosperidad material y espiritual así como les dará honra entre los pueblos.

 

 

“En lugar de vuestra doble confusión y de vues-

tra deshonra, os alabarán en sus heredades;  por

 lo cual en sus tierras poseerán doble honra, y

 tendrán perpetuo gozo”.

                              Isaías 61:7

 

La Unción Apostólica del Enviado en la Iglesia, está restaurando la pasión adoradora del Pueblo de Dios; está esta levantando a Sus Salmistas y cantores ungidos. Una nueva forma de ver la vida cristiana seria y responsablemente es la evidencia de la “Restauración del Tabernáculo de David” prometida para los tiempos del fin.

El “corazón adorador” de la Iglesia ahora late con fuerza; Adoración en espíritu y verdad asoma ya entre el Pueblo de Dios; éste esta madurando antes de la Variada del Señor. Adoración madura a la Novia; definitivamente Cristo Viene en breve; Amén.

La Biblia al Día cierra este capítulo así: 

 

“Ustedes serán llamados

sacerdotes del Señor, ministros de su Dios. Se

nutrirán de los tesoros de las naciones y en

sus riquezas se gloriarán. En lugar de

vergüenza y deshonra, gozarán doble

 porción de prosperidad y eterno gozo”.

                                                  Isaías 61:6-7